POR: LINA ALEJANDRA URIBE HENAO
AGOSTO 15 DE 2009
¿Se ha preguntado algún día por qué sus hijos se comportan de la manera que lo hacen? ¿Culpa de la rebeldía a la genética o remite los comportamientos de sus niños a la irreflexiva frase “es que así era el papá cuando chiquito”? Si usted se ha comportado de alguna de las anteriores formas, con todo el respeto que merece déjeme decirle que es un ignorante.
Estudios sobre los diversos comportamientos que suelen adoptar los niños han demostrado que la base de todo es el deseo de ser el centro de atención; si su hijo hace berrinches en público, quiere que siempre se haga lo que él diga, no se relaciona muy a menudo con otros niños y tiene tendencia al egoísmo, no es porque traiga estos comportamientos grabados en su código genético, es porque simplemente está buscando que usted, el padre (o en su defecto la persona con quien más comparte su tiempo), le ponga todo el cuidado posible.
No lo agreda violentamente cuando presente actitudes inadecuadas, si el recurso de hablarle pacíficamente resulta insuficiente, haga caso omiso a sus comportamientos, muchas veces es más efectivo que el castigo físico o la privación de sus actividades predilectas. El hecho de “ignorarlo” en el momento de la pataleta le permitirá al niño darse cuenta de que esa no es la mejor forma de captar la atención de su padre; por el contrario, cuando se porte bien felicítelo, estimúlelo, dígale cuanto lo ama y lo orgulloso que se siente de lo que hizo, así le hará ir reconociendo el tipo de cosas con que puede lograr que usted le ponga mucho cuidado.
Un factor muy importante para el desarrollo integral de los hijos es el tiempo que comparten con sus padres. Así se diga que lo que importa no es la cantidad sino la calidad, piense en que sus niños están creciendo constantemente y puede que usted algún día desee recuperar todo el tiempo que perdió (así hayan compartido juntos momentos supremamente importantes) y estar con ellos aunque sea para ver la forma en que duermen. No se convierta en un padre proveedor de cosas materiales para compensar las falencias de cariño, puede que éstas alegren a los pequeños en el momento en que la reciben y muy probablemente cuando las vean se acordarán de usted, pero al mismo tiempo desearán cambiar todo eso por un simple abrazo, un beso, un te amo o una caricia.
Jerry Myckoff habla en su libro “Como disciplinar a su hijo” sobre las pataletas, planteando que la forma de evitar el problema es enseñándole al niño a enfrentar la frustración y el enojo:
Muéstrele a su hijo cómo los adultos como usted pueden hallar formas de enfrentar los problemas sin gritar ni chillar. Cuando a usted se le queme la cazuela de carne, por ejemplo, en lugar de tirar la olla quemada a la basura, diga: “Ahora estoy molesta, cariño, pero me controlaré. Buscaré la forma de resolver este lío viendo qué otra cosa puedo preparar rápidamente para la cena”. No importa cuál sea la situación, enséñele a su hijo a considerar las opciones que tiene para solucionar sus problemas en lugar de ponerse violenta por su causa.
De esta manera el niño tomará el ejemplo y no se ofuscará cuando se sienta impotente frente a alguna situación. Ahora bien, si usted mismo es el que no se puede controlar no espere que su hijo sí lo haga, en estos casos tiene que empezar a tomar conciencia de que hay otra personita observando sus comportamientos y muy seguramente luego hará lo mismo. Bajo ninguna circunstancia permita que a usted le dé una pataleta mientras su hijo está en otra. Respire y razone, si se comportan igual sólo lograrán incrementar el problema. Recuerde su papel de orientador.
Otro de las causas más frecuentes del mal comportamiento de un niño es el hecho de que, a la hora de tomar una decisión que lo incluya, sus padres se desautoricen entre sí. El niño quedará totalmente desorientado y no sabrá a quién hacerle caso, pues si hace lo que uno de sus padres le ordena el otro se disgustará y viceversa. Ambos perderán autoridad y brindarán motivos al pequeño para que intente llamar la atención mediante una de sus pataletas.
Vale la pena citar las palabras de un especialista en vida familiar, como lo es Kenneth E. Barber para llegar a la tan esperada conclusión:
Muchos problemas de comportamiento pueden ser en realidad problemas de los padres. Si su hijo se comporta demasiado mal, deténgase y examine su propio comportamiento. Tanto para los padres como para los hijos es más sencillo evitar el mal comportamiento que manejarlo después. Usted necesita un plan para evitar problemas.
De esta manera, si usted es padre, madre o tiene un niño a cargo no le trasmita sus problemas y debilidades. Se pueden brindar una ayuda mutua pero usted siempre debe tener claro y hacerle saber al pequeño quién es la autoridad. Bríndele todo su amor, atención y cariño cuidándose de no llegar al límite de la sobreprotección, recuerde que todo en exceso es malo. Autoevalúe sus comportamientos, si usted comete grandes fallas a menudo no podrá pretender que su hijo sea un “niño perfecto”. Piense en que usted algún día pasó por esa etapa y no le hubiera gustado ser maltratado, y si lo fue no querrá repetir la dolorosa historia con sus hijos.