lunes, 25 de octubre de 2010

REFLEXIÓN SOBRE MI PRÁCTICA SIMULADA Y PRIMERA PRÁCTICA VERDADERA EN EL CENTRO DE ESCRITURA

Además de mi reflexión sobre la práctica simulada en la cámara de Gessel, en donde tuve el privilegio de contar con un actor de primera línea, quiero comentar también lo que sentí y experimenté hoy, en mi primera tutoría del Centro de Escritura.

En ambas ocasiones me sentí asustada al principio y muy lejana al estudiante. Sin embargo, siempre tuve claro que por ningún motivo podía dejar que éste saliera de la tutoría sin haber adquirido algún conocimiento, por mínimo que fuera, y creo que lo logré.

Creo que dos de los aspectos que debo mejorar y tener presentes siempre son indagar por la tarea y establecer una agenda para la sesión. Personalmente, me resulta difícil comprender cómo puede establecerse una agenda de la sesión sin saber ni siquiera cuáles son las fallas que tuvo el escritor y qué podría recomendársele. No obstante, después de la tutoría de hoy, estuve pensando sobre esto y descubrí que la agenda se alimenta de la información recogida en la indagación por la tarea. Ahí podemos darnos cuenta un poco de qué tanto sabe el estudiante de lo que debe hacer, si lo ha hecho antes o es su primera vez, etc. y así establecer el orden del día.

Algo que me llamó la atención fue que, en mis dos tutorías (la simulada y la verdadera), tuve que pensar bastante y elaborar lo que denominamos “besito” y que se refiere a lo que podemos destacar del texto para que el estudiante se motive y se disponga a hacerle las otras correcciones. No me gusta usar expresiones como “tu texto está bien” o “me gustan tu escrito, es interesante”; me parecen frases incompletas, pues sería bueno que el estudiante sepa qué es lo que realmente están destacando y no que se conforme con una frase que dice mucho pero a la vez no dice nada.

Después de pasados pocos minutos en las tutorías, finalizadas la presentación y la lectura del texto en voz alta, me sentí más en confianza con los estudiantes, los vi como personas muy similares a mí y que a diario se enfrentan a situaciones parecidas a las mías, por ejemplo la cantidad de trabajos pendientes, el inconformismo con algunas clases o profesores, etc. Estar en confianza y sentirse bien con el estudiante es muy importante en una tutoría porque, creo, así puede trasmitirse todo más fácil. Vale aclarar que si llevamos esto al extremo, el estudiante podría volverse confianzudo y pretender que nosotros, los tutores, le hagamos el trabajo.

Algo curioso y cómico que me sucedió en ambas tutorías fue que los estudiantes recibieron llamadas telefónicas que los hicieron desviar de sus trabajos. Lo bueno es que, creo, la reacción que tuve fue la adecuada, pues decidí mirarlos mientras hablaban para que se dieran cuenta de que los estaba esperando y si se demoraban el problema era de ellos. El plan fue todo un éxito: los dos estudiantes colgaron al poco tiempo y siguieron con sus trabajos.

Otro aspecto que considero fundamental en una tutoría es verificar si el estudiante entendió las tareas pendientes y el por qué de cada corrección y/o comentario. Sólo así podrá lograrse un mejor escritor y no sólo un buen escrito. Sin embargo, creo que no tuve en cuenta lo suficiente este aspecto y supuse que mis estudiantes entendían perfectamente mis sugerencias.

Por último, creo que al final de las tutorías fui muy directiva con los estudiantes. Tal vez me faltó indagarlos, dependiendo de las tareas pendientes, sobre los métodos que acostumbran a usar para resolver ese tipo de problemas, por ejemplo. Ser directivo sólo hace que el estudiante se sienta regañado y que haya una barrera entre estudiante y tutor, como si uno fuera superior al otro.

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